domingo, 16 de marzo de 2014

POR LAS PEÑAS DE HERRERA Y EL CERRO MORRÓN

A mis fieles seguidores, pido mil disculpas por este tiempo de reposo que las botas, el cuerpo y el espíritu, han utilizado para otros menesteres.
Con Yaiza y Noah.
Por un lado, los nietos Noah y Yaiza bien merecían una excursión por los blancos montes de nuestra tierra para lo que los llevamos al Somport a que disfrutaran de la nieve, a la velocidad que su trineo alcanzaba por esas pendientes galas. Esa misma tarde, la Cueva de las Güixas de Villanua, les trasladó a un mundo subterráneo en los que la imaginación de las profundidades y el sueño de los murciélagos, los dejó entusiasmados. 
Otro motivo más de este silencio, fue un largo fin de semana en Donostia con nuestros amigos Mª Ángeles y Alfredo. Pero como de caminar se trata, no solo realizamos la ascensión (sin oxígeno) al monte Urgull (120 m.) y al Igueldo (413 m.), aunque a decir verdad, este último pico no lo coronamos, se nos echó la noche encima y los vehículos que transitaban por esas estrechas carreteras, no eran fáciles de sortear.
Puerto de Donostia.
En el Urgull, nos llamó la atención el Castillo de la Mota, cuya antigüedad se remonta al siglo XII, cuando hacia 1150 Sancho el Mayor de Navarra, mandó construir una atalaya de defensa y levantó alrededor del pueblo la primitiva muralla. Sancho el Fuerte de Navarra lo reconstruyó y fortificó y más tarde, Alfonso VIII de Castilla realizó diferentes mejoras. Con el paso del tiempo, sucesivos monarcas impulsaron otras modificaciones con el fin de dotarle de una mayor funcionalidad militar.
Otro desnivel que tuvimos que superar, fue la consecuencia de una visita que realizamos a una sidrería de Astigarraga, terminamos con el estómago y el alma, a reventar. He descrito los desniveles superados, pero no los kilómetros recorridos en pos de unos buenos pintxos. ¡Pa´qué!.
Bueno, como este tipo de relatos es más propio de gentes como Pilar, la de Viajar a Ratos, yo voy a lo mío...

Día 15 de Marzo de 2014
Llega a Zaragoza nuestro autobús, con dos distinguidos pasajeros que han montado en Huesca a los que nos sumamos veinte y ocho más. Los del Stadium andan de rally raquetero por los montes del Pirineo, hoy toca Esbarre, que por cierto estrena nueva página web.
Peñas de Herrera
Partimos en dirección a los tres protagonistas de la jornada: Las Peñas de Herrera, el Cerro Morrón y "el cierzo".
La carretera, hoy nos conduce en dirección distinta a las de recientes ocasiones. El sol no sale por nuestra izquierda, lo hace a traición, por la espalda. La ribera del Ebro está exultante, la cercana primavera y los riegos, ya arrancan de las huertas el verde intenso de los productos que alimentarán nuestros sanos estómagos.
Cuando giramos por la de Soria, la  carretera se dirige en dirección al que tantas veces nos guía: el Moncayo. A una soriana que sentada va a mi derecha, se le ensancha el alma, cada vez que de una u otra manera, algo le recuerda sus raíces en tierras de Machado.
Castillo de Talamantes.
Tras una inmerecida, pero breve parada en Borja, nos trasladamos a nuestro punto de inicio, Talamantes. Dominado por los los restos del castillo atalaya, vestigio del dominio Sanjuanista y al pie del mismo, se agrupa esta pintoresca villa con calles empinadas y edificios que se corresponden con la tradición popular. Dentro del mismo, se encuentra la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol, un monumento del siglo XVI. Al otro lado del barranco,  la ermita románica de San Miguel, se encuentra enclavada en un bello paraje, es un edificio del siglo XIII de una sola nave con ábside semicircular.

Por las calles de Talamantes.
El autobús, nos deposita en un aparcamiento en las afueras del pueblo, junto a unos troncos humeantes, que nos recuerda el incendio de Agosto del 2012 que en estas latitudes arrasó el monte.
Calzadas las botas y algo abrigados, partimos por las calles de Talamantes. A la salida, un edificio de esos que arrancan pasiones (negativas o positivas), es comentado por unos y otros.
Los primeros pasos, lo andamos por la orilla de las aguas del barranco de Valdeherrera, aunque en este punto el viento es flojo, se adivina que allá arriba va a soplar con ganas.

Los almendros en flor.
Salimos a un agradable camino, en el que la protección vegetal se limita a algún que otro almendro, que ya nos muestra su traje de gala primaveral. 
Conforme ganamos altura, el cierzo sopla cada vez con más intensidad y el personal, vamos cambiando nuestros modelitos de lindas camisetas y forros, por los prácticos cortavientos. A pesar de todo, el día es espectacular, luce un sol radiante y tan solo se echa en falta algunas ausencias como por ejemplo la de Maite, que una afección estomacal, la ha dejado en casa. 
El paso, es firme y cómodo, por lo que pronto divisamos, el primer objetivo: "Las Peñas de Herrera".
Peñas de Herrera: Picarrón, El Camino, Enmedio y La Gotera.
Las torres de Esbarre.
Pero una cosa es verlas y otra llegar a tocarlas. Me voy fijando en la vegetación. La composición de especies de muchas zonas de esta sierra es única. No es difícil ver una ladera rocosa expuesta al sol y a una altitud por encima de los 1.200 m. encontrar el Acebo. La sierra del Moncayo es como una esponja ya que esta especie requiere un sustancial aporte de agua para crecer.











Hacia Las Peñas.
Además está zona presenta la cicatriz del incendio que ya he nombrado. Encinas, romero, lavanda, tomillo, renacen en medio de una repoblación forestal que le está costando arrancar.
Poco a poco, el camino se empina y el viento sopla con más intensidad que la amenaza fiscal de Montoro (ministro de nuestros caudales). A Manoli, la gorra se le despega de la testa y realiza un recorrido por los limpios aires de la zona.
Lazada marca Esbarre.
Ya tenemos al alcance de nuestra mano, La Peñas de Herrera, pero un último repecho hemos de salvar. Lo hacemos en cómodas lazadas que las "torres de Esbarre", Jesús y Celso encabezan con poca compasión hacia piernas de menor longitud.
Ya próximos a alcanzar el primero de los destinos, buscamos un abrigo para reagruparnos y tomar un tentempié.
Con Luis Casao.
Lo hacemos al pié de la Peña Enmedio, junto al punto en el que cruzaremos a la otra cara de los conglomerados. Me hacen una foto (la de al lado) con Luis, próximo a integrar el grupo de los que ya somos abuelos. El retrato se lo "güasapeamos" a Maite para que se sienta, aunque sea de esta manera, con nosotros.
Retomamos el camino, por la cara opuesta y si en una pegaba el cierzo, en esta otra...¡leches!.
Al fondo, el Moncayo.
El paisaje también cambia en esta orientación. El Moncayo nos muestra su blanca cabellera, abajo vemos Alcalá de Moncayo y Litago. Es una pena, la bruma nos impide la panorámica de los Pirineos desde esta magnífica atalaya.
De frente, aun algo lejos, ya divisamos el segundo de nuestros objetivos: el Pico o Cerro Morrón (1730 m.).


El Cerro Morrón
Andamos por una bonita ladera que poco a poco nos va acercando a una pista que en el Collado de la Neveras (o del aire), en un cruce de caminos, tomamos el de la derecha que nos desciende hasta que un mojón de piedras nos indica que nos atemos los machos y que aquí comienza la ascensión al Morrón. Lo hacemos al paso que estas circunstancias indican: "paso lento, respiración profunda".
En la cima del Pico Morrón.
Tras pasar junto a unos pequeños neveros que todavía resisten, una suave loma nos coloca en la cima. Difícil se torna mantener la verticalidad requerida para las acostumbradas fotos, aquí el cierzo bate todos los récords de la jornada. Una bolsa vuela en forma de cometa, realizando preciosas acrobacias ante nuestros ojos. Imposible cazarla, lo sentimos.

La cara oculta de las Peñas de Herrera.
Pese a la bruma, el paisaje es bonito, divisamos la Peñas desde su cara más desconocida, La Muela de Horcajuelo, el pico de Lobera, a lo lejos las sierras de Algairén y Vicor, incluso Piedad hace verdaderos esfuerzos en dirigir sus ojos más allá todavía, hacia su Soria querida, pero la visibilidad hoy, es algo limitada. Tranquila, pronto la veremos, y de cerca.

Barranco Valdepino, Peña Los Moros, Albas...
Realizamos el descenso, por el mismo camino de subida hasta el Collado de la Era, y ahora ya por pista, poco a poco, vamos perdiendo metros. Lo que no perdemos es las ganas de comer, nuestras tripas llaman a fajina, pero aún queda un buen trecho hasta llegar al lugar que los "boss" han decidido para tal menester.
A nuestra derecha, el paisaje nos recuerda la excursión que realizamos el año pasado por  el barranco de Valdepino y que los que hoy participamos en la presente, comentamos. "-mira, la Peña de los Moros, la Plana de los Ascones, la ermita de San Cristobal, las Peñas Albas..."

Margas veteadas.
Seguimos el curso de la interminable pista forestal, a nuestra izquierda dejamos el cabezo de los Frailes y metros, digo kilómetros, más adelante un paisaje, nos transporta a un lugar más acorde con la Luna que con nuestro planeta. Unas margas de fajas coloridas que van desde el verde al rojo, pasando por diferentes ocres y amarillos, sacan humo a nuestras cámaras. Se trata de margas veteadas que se encuentran por estos lugares, producto de sedimentos depositados durante muchas eras.
Pinar.
Por fin, en el Collado de Campo, al abrigo de unos pinos, decidimos detenernos a cumplir con nuestros interiores y dar cuenta de  los variados productos de la tierra (y del animal).
Ya despojados de las prendas cortavientos, iniciamos los últimos metros de descenso por el barranco de Valdetreviño.
Como todos los barrancos del Moncayo, este disfruta, de rincones con encanto.
Las hiedras trepando.
Cruzamos pequeños cauces de limpias aguas, descubrimos fuentes escondidas como la del Boticario, hiedras que se afanan en trepar por los troncos del pino, viejas edificaciones que no han resistido el cambio de hábitos del hombre. Escuchamos el fluir del agua en el fondo del barranco, algún pájaro que no se de cual se trata y que al no encontrar en mi cercanía a Pedro Rovira, lo dejo en eso, "un pájaro".
Por tan embriagador sendero, caminan una treintena de almas con el deseo de arribar a las calles de la villa de Talamantes y descubrir entre sus empinadas calles, la más apropiada para embarcar en la nave de la recuperación, "el bar del pueblo", y tomar unos quintos de buena cerveza en tan insigne lugar.
El regreso a Zaragoza es placentero y corto, aunque a los distinguidos de Huesca, les queda un poco más. ¡Buen viaje!.
Hasta pronto.

Para ver mis fotos haz click aquí.
DATOS TÉCNICOS:
Recorrido.

Perfil.- Distancia: 19,5 Km.  Desnivel acumulado p´arriba: 1095 m.  P´abajo, pues lo mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario