miércoles, 13 de noviembre de 2019

VENTANA AL CIERZO (DEL CASTILLO DE LOARRE A ANIÉS)

Día 11 de noviembre de 2019
Cuatro y...
             Como no se trata de "contar por contar" lo que ya redacté en febrero de 2014, no voy a extenderme ni una palabra más de lo necesario, aunque sí he de decir que el clima y los compañeros de viaje son otros: caía agua sin conocimiento en aquella ocasión, hoy sopla un frío cierzo nada compasivo para con nuestros gastados, digo expertos, cuerpos; éramos batallón del "Stadium Casablanca" aquella vez; hoy somos cinco amigos (F, Cebrián, F. Morata, Juan, Luis y yo) en busca de ¿juventud?. Como me parece a mí que no estamos en tiempos de milagros "vamos a lo que vamos":
..."el fotógrafo".
              Dejamos un coche en Aniés y con el otro nos trasladamos hacia ese espolón rocoso en el que se asienta el Castillo de Loarre. Es impresionante el estado de conservación de este recinto románico construido en el siglo XI: sus murallas y torreones, la fortaleza, la torre del homenaje, el mirador de la reina, la iglesia, la cripta... en fin, cada vez que lo contemplo me traslada a esa época conflictiva e inestable, en lo referente a la situación política, siendo frecuentes las guerras y las invasiones, bárbaros desde el norte y árabes por el sur. Sí amigos, estoy hablando del siglo XI, no del XXI (¡uf!).
Castillo de Loarre.
                  No queremos quedarnos fríos contemplando la estampa del castillo, así que nos ponemos en marcha por un agradable sendero, una especie de "ventana al aire" desde la que se contempla toda la extensión de la Hoya de Huesca. En el suelo. esquivas boñigas delatan la presencia de caballos en la zona (estos son del siglo XXI).
La Hoya de Huesca.
Ermita de San Juan en rehabilitación.
           Tras cruzar el sediento barranco de Moriñano, la senda desemboca en una pista que nos lleva hasta la ermita de San Juan, con su puerta orientada al mediodía, en ruinas en aquella otra ocasión y en fase de rehabilitación en la actualidad (aún queda tajo).
            El camino continúa siempre mirando desde lo alto a la Hoya; a lo lejos brillan las aguas del embalse de la Sotonera, bajo las que se esconden las voces silenciadas de la triste história de aquellas vidas que allí quedaron durante su construcción.
              Volvemos a cruzar otro barranco, este con un poco más de agua, es el de Las Valellas. Poco más adelante y como aquel que hubiere andado por estepas lejanas, escondida entre juncos y gabardas, aparece la fuente de Petrolanga.
Entre robles.
           Pronto abandonamos la pista, lo hacemos tomando un sendero que sale hacia la izquierda adentrándonos en un bosque de robles en el que el camino, en alguno de sus puntos, exige levantar la garra por encima de las posibilidades de alguno de estos "jóvenes".
           Poco a poco, la senda se va empinando, eso sí, con moderación, hasta adentrarnos en un hermoso pinar que da paso a una barrancada donde abundan los bojes, las aliagas, enebros y variadas plantas aromáticas.
           Más adelante cruzamos el barranco Mentirosa para alcanzar una extensa pradera con un gran farallón al fondo, en el que sus puntos más altos están teñidos de blanco por la nieve que está cayendo en estos días de frío otoño.
Por el pinar.
Mirando al vacío.
           Pronto alcanzamos una pista que  nos encarama sobre una roca en lo alto de la ermita que luego visitaremos. Desde la peña, se observa la gran extensión de la Hoya de Huesca y si no fuera porque es día de nubes, la sierra Ibérica nos mostraría la esbeltez del Moncayo. La de Alcubierre sí deja que adivinemos los promontorios del Monte Oscuro y la forma piramidal de San Caprasio. Debajo se nosotros vemos volar, planear mejor dicho, a un par de buitres dejándose empujar por el cierzo. Vuelan con sus anchas alas en majestuoso planeo, alejándose de penas humanas.
¡Qué escondida está!
Ermita Virgen de la Peña.
            Sí, sí, todo muy chulo, pero aquí arriba el cierzo nos invita a desalojar, así que "p´abajo", cosa que hacemos por unas escaleras al uso que nos dejan en el Santuario de la Virgen de la Peña. La puerta, en buena lógica, se encuentra cerrada lo que no nos impide admirar el lugar en que se erigió el templo, construido sobre una roca con altos muros de sillar que permitieron solventar el fuerte desnivel del terreno. Sobre su extremo este, una espadaña alberga su pequeña campana que hacen sonar el segundo mes de mayo, cuando los vecinos de la comarca (Bolea, Loarre, Lierta, Quinzano, Puibolea, Esquedas, Ayerbe y Loarre) ascienden en romeria hasta la ermita.
Descendiendo.
         Por el mismo camino que recorren los romeros, iniciamos el descenso, primero por unas escaleras que desembocan en una fuente de agua fresca, del Monge la llaman, y más tarde, yo por una senda que  cruza varias veces la pista que sube al monte; los otros cuatro miembros de la "expedición" lo hacen por dicha pista.
          Pronto estamos en Aniés, sus calles están desiertas. Nos montamos en uno de los bugas para ir a recoger el otro que ha quedado a los pies del garito de Sancho el Mayor.
          Ya en Huesca, su oferta gastronómica da por finalizada esta especie de "ruta de la marmota" desarrollada en un día de otoño frío, de viento versado sobre los árboles que se mecen esperando el desafío invernal que les castigue en lo externo, dejándolos desnudos. Mientras esto ocurre, el monte llora; llora no sé si de pena o de observar el futuro de este loco mundo.
Las lágrimas del monte.
                ¿Será el frío cierzo el que me ha animado a dejar la cámara de fotos en casa?, no importa; el amigo Fernando Cebrián, verdadro maestro de la fotografía, ha regalado a la Vieja Mochila todo el arte captado por su ojo en esta fría mañana.
                Hasta pronto.
Datos técnicos (El track para GPS, pulsando sobre la palabra wikiloc del mapa)

1 comentario:

  1. Esos cuerpos "expertos" son capaces de recorrer, con un tiempo inmisercorde, pedacitos de historia.
    Como siempre, un placer leerte, "Experta" Mochila.

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