martes, 12 de abril de 2022

BERGANZO-TOLOÑO-LABASTIDA

Día 9 de abril de 2022
Berganzo
        En esta ocasión, los de Esbarre madrugamos un poco más que de costumbre, pues nos vamos más allá de los confines aragoneses a descubrir un rincón del sur de la geografía vasca. 
       Salimos de noche, amanecerá en el camino, al menos eso creo, pues abro los ojos con Pavarotti sonando en los auriculares con el "sole mío".
        Realizada una corta parada a la altura de Logroño para tomar un café (algunos mucho más) y aliviar necesidades propias de viajeros, proseguimos ruta para alcanzar la villa Berganzo (570 m.). Pablo, conductor del bus madrugador, hace una demostración de su habilidad metiendo el gigante aparato por estrechas calles.
 
Río Inglares
        Salvado este asunto, un individuo ejerce de guardia de la circulación para... ––¡leches, pero si es Iñaki del Amo!, viejo esbarrista que vive por la zona y que hoy no nos va a acompañar, pero, amigos, la función de agente de tráfico la ha ejercido con dignidad.
    Ya tenemos las botas bien "apretadicas", "el Richi" saca su cámara mágica para disparar su primer selfie y, ¡hala!, vamos a mover las tabas para dirigirnos hacia el macizo de Toloño, de quebrada orografía, que se extiende desde aquí mismo, desde el Río Inglares hasta la Sonsierra, allá en las cercanías de Ebro. Queda la huella de los caminos que, a lo largo de los siglos, el hombre trazó para el paso de peregrinos y comerciantes.
¡Ahí va ese selfie!
Iglesia de San Miguel
Primeros pasos
        Tomamos uno de esos caminos, dejando atrás Berganzo; a nuestra izquierda queda la iglesia de San Miguel; a lo lejos, sobre el risco de Lanos, vemos el castillo de Ocio, estratégicamente construido para el control del Valle del Inglares. Un cartel anuncia una popular ruta conocida como la del Agua del Inglares
        Pronto estamos girando en dirección sur, para  remontar el barranco de San Vicente; un pollino mira con orejas de sorpresa el paso de este numeroso grupo.
        Durilla subida que transita por un quejigal con sotobosque de boj y abundante madroño, en su primer tramo. Más arriba van apareciendo las primeras hayas.
Por el bosque
        A medida que vamos abandonando el hayedo, el camino se suaviza para abrirse paso entre la carrasca; una mirada atrás nos ofrece vistas sobre el barranco que acabamos de remontar, con Berganzo a sus pies.
        Iniciamos el rodeo al Monte Arbina (954 m.), en cuya cima se alza un repetidor, para salvar el último tramo del barranco de San Vicente y alcanzar el Portillo del Aire (980 m.), paso clave de la antigua ruta que unía Labastida con Berganzo, para el uso de gentes y mercancías.
        Dejamos a la derecha esta ruta, nosotros tenemos otro objetivo, por lo que seguimos el camino que se dirige hacia lo alto del macizo.
Abriéndonos paso entre boj y enebro
        La ruta se adentra entre una masa de boj y enebro para, rodeando el monte del Calvario (1139 m.), desembocar en un amplio pastizal conocido como la Ripasa y Ortada. 
        Es un buen momento para realizar una pequeña parada, tomar un tentempié acompañado de un trago de la bota de Toño y esperar a Richi y Celso que han debido de ejercer de "escobas".
        Arriba se distingue nuestra cima, más cerca se eleva la enhiesta mole caliza de la Peña Las Doce (nombre heredado de la sombra que proyecta al mediodía) a la que, no sin esfuerzo, nos encaramamos para disfrutar de unas vistas espectaculares sobre el serpenteante curso del río Ebro.
Bajo la Peña Las doce
Sobre la Peña Las Doce
Peña del Castillo y monasterio
            El camino prosigue por los pies de la Peña del Castillo, bajo cuyas paredes se mantienen en pie las ruinas del monasterio de Santa María de Toloño. Aquí quedan algunos miembros del batallón esbarriano; el resto, por un marcado sendero que se adentra entre aliagas, iniciamos el ascenso. Solo queda echar unas manos en la roca para alcanzar la cumbre del monte Toloño (1271 m.). El nombre de esta montaña proviene de Tulonio, dios celtíbero emparentado con el dios celta galo Teutates, también llamado Tutatis.
        Meternos todos en la cima, es algo parecido al camarote de los Hermanos Marx; aun así conseguimos agruparnos para la acostumbrada fotografía del grupo y echar un la mirada a las vistas que la bruma no consigue hurtarnos: al sur podemos ver buena parte de La Rioja Alta, con los meandros que forma el río Ebro en Briñas y al fondo, con sus cimas altas, las sierras de Cebollera, Demanda y San Millán.
¿Camarote de los Hermanos Marx?, no, es la cima.
Vista hacia el norte
        Hacia el oeste, vemos el San Cristóbal y el final de la Sierra del Toloño, hundiéndose en las Conchas de Haro, así como gran parte de los Montes Obarenses perdiéndose a lo lejos en la provincia de Burgos. 
        Hacia el norte, Euzkadi, con las verdes y boscosas tierras alavesas en primer término, y con las siluetas inconfundibles del Gorbea, Anboto, Aizkorri y muchas otras montañas conocidas. 
        Y hacia el este, tenemos el resto de la Sierra del Toloño, con las boscosas cimas de Atxabal, San León, Eskamelo, y las agrestes cumbres de Palomares, Cruz del Castillo, etc., antes de fundirse con la navarra Sierra de Codés.
El caprichoso discurrir del Ebro
Ruinas del monasterio de Santa María de Toloño
        Una gran panorámica, desde un privilegiado mirador que debemos abandonar descendiendo al lugar en que nos esperan quienes no han subido al Toloño. El nombrado monasterio de Santa María de Toloño fue construido por la Orden de San Jerónimo entre los siglos XIV y XV. Posteriormente lo abandonaron y quedó a cargo de la Hermandad de la Divisa hasta finales del siglo XVIII. En 1835, durante la primera Guerra Carlista, un incendio destruyó el monasterio.
        De lo que en su día fuera una iglesia y hospedería, apenas se conservan los adornos florales de la capilla y los restos de las bases de capiteles corintios. Un par de pozos de nieve completan este conjunto que, sin perder más tiempo, dejamos atrás.
En la capilla del monasterio
Pozo de hielo
Ermita del Humilladero
        La senda desciende por una pradera  hacia las ruinas de la ermita de Cristo de Humilladero (1060 m.) para, posteriormente, tornarse en una intensa bajada, salpicada de carrascas, hasta alcanzar el parque de San Ginés (630 m.), creado alrededor de la ermita del mismo nombre, una más del patrimonio de Labastida. Aquí, cada año, se celebra una fiesta singular: la "Batalla del Vino". Supongo que ya imaginamos de que va la fiestecita.
      La mayoría del personal siguen camino del final, en Labastida, pues muchos son los que tienen reserva de mesa y mantel; aquí quedamos cuatro que, sentados en unas cómodas mesas de piedra (sin mantel), con un 
agradable sol y unas birras que nos sirven "los ermitaños de turno", damos buena cuenta de las viandas propias del mochilero.
Mis compañeras de mesa en el "restaurante" de San Ginés
Canal
        Con los deberes gastronómicos cumplidos, reincidamos la marcha tomando el "Camino del Machimbrao" que recorremos tranquilamente para disfrutar de las vistas, del monte que hemos dejado, de las vides, así como de los restos de un viejo canal-acueducto y... ¡arte! Se trata de una especie de museo plagado de obras del artista y enólogo local Pedro Pablo Amurrio.
        No tardamos en alcanzar lo alto del Cerro de la Mota del municipio de Labastida (554 m.) (su topónimo proviene de la palabra "bastida" que significa "fortaleza de piedra fija"). En este altero se encuentra la ermita del Santo Cristo, un gran templo románico del siglo XII.
        Seguimos descendiendo por empinadas calles hasta alcanzar el Arco de Toloño, antigua puerta de acceso norte de la primitiva muralla que rodeaba la villa en la Edad Media.
Una de las obras del artista
En el camino
¿Cabeza fertilizante?
Ermita de Santo Cristo
Arco de Toloño
Iglesia de la Asunción
        Más abajo, alcanzamos la plaza de La Paz, en la que se encuentra la iglesia de la Asunción, edificio renacentista del siglo XVI, de monumental entrada, con una gran torre barroca rematada por una cúpula.
        Frente a la iglesia se levanta un palacio de estilo barroco, que alberga el ayuntamiento.
        Tan solo nos queda acercarnos al garito en el que la mayoría del grupo disfruta de una contundente comida regada por los excelentes vinos de La Rioja, cuyos efectos son palpables en la alegría que demuestran los comensales. Nosotros, los de bocata mochilero, nos conformamos con tomar un café, los unos, y unas cervezas, las otras.
Ayuntamiento
Regresamos a casa por una autopista que se abre paso entre grandes viñedos y bosques de aerogeneradores; los unos con animada conversación, los otros con un ojo cerrado y sin poder abrir el otro. Maite, que ni duerme ni charra, va disfrutando con una de sus aficiones en los viajes en "alto-bus": contar los conejos que, sin vino, comen la fresca yerba de los campos que jalonan el camino a Zaragoza.
   Hasta pronto.


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Recorrido y datos

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