sábado, 14 de mayo de 2022

PARKING DE CEBERS - CHEMIN DE LA MÂTURE (circular)

Día 14 de mayo de 2022
Chemin de la Mâture
        Érase un reino, allá en el siglo XVIII, en el que mandaba un tal Luis XIV, aquel país le llamaban Francia (Acterix ya se había marchado de las Galias). Bien, pues este rey, al que apodaban "Le Roi Soleil" (Rey Sol), se montó once guerras (casi nada) en cuarenta años. Como en aquella época no se habían inventado los aviones, batallaban, bien por tierra, bien por mar, por lo que había que disponer de una buena flota naval con barcos que exhibieran altos y erectos mástiles de madera, para lo que había de buscar árboles suficientemente largos para tal fin; cerca de Versalles eran algo cortos, pero sí los encontraron en el Pirineo; estos eran de gran porte y más rectos que los súbditos del Rey Luis, monarca que la gangrena llevó.
La armada d´aquí
        ¡Ah, amigos!, pero había que transportarlos hasta los astilleros reales, salvando paredes infranqueables y profundos cañones, por los que hubieron de tallar en la pared rocosa, un camino lo suficientemente amplio para vencer, sin peligro, los profundos barrancos y para que los bueyes utilizados para el trabajo pesado, pudieran tirar de los troncos de los árboles cortados y transportarlos hasta el lugar donde serían procesados (creo que algunos bueyes, no llegaron a viejos). 
        Cuatro siglos después, otro ejército, este de a pie, sin más armas que unos bastones y sin más disparos que los de sus cámaras de fotos, bajo la bandera (o banderín) de "Esbarre", nos disponemos a la conquista de esta pared y algún otro rincón que se precie.
Primeros pasos
        De Zaragoza a las Galias no vamos a caballo, un bus, magistralmente conducido por el bonachón de Pablo, cruza el seudo-moderno túnel de Somport para descargarnos cerca del pueblo de Etsaut, concretamente en el parking que se encuentra en el puente de Cebers, sobre la gave d´Aspe. (gave: nombre dado a los torrentes en el Pirineo)
        Haciendo referencia al refrán: mayo no marcea: ¡mayo agostea!, pues tenemos una temperatura más de verano que de primavera.
        Pero no importa: fotografía del grupo captada por la macro-cámara del Richi  y, ¡hale!, son las diez de la mañana y ya estamos dándole a la taba, caminando por una pista asfaltada que, tras alcanzar un parking, abandonamos para transitar por terreno, aunque siempre en pendiente, algo más agradable, no solo por el tipo de piso, sino también por las flores que engalanan el campo. 
Orquídea de montaña    
Fuerte del Portalet
        
Abajo van quedando las aguas del Aspe; antes de abandonar su valle, echamos el ojo hacia esa gran fortaleza que es el Fort du Portalet (Fuerte del Portalet), otro de los "caprichos reales", mandado construir por el rey Luis Felipe I para defender Francia de las posibles invasiones españolas (¿?). Pero no acaba aquí la historia del fuerte, ya que en 1875 y 1876 los soldados del Portalet intervienen en la frontera para interceptar soldados carlistas españoles. 
           En 1914 se abandona provisionalmente su función militar alquilando algunas instalaciones a un grupo religioso de Burdeos. Tras la derrota de 1940, el fuerte se usa como prisión por el régimen de Vichy, encarcelando allí a los supuestos responsables de tal desastre. A partir de noviembre de 1942, el sur de Francia es invadido por tropas alemanas, formando parte entonces de la llamada 'área vedada'. En agosto de 1944 la Resistencia, junto a los guerrilleros españoles, liberan el valle, logrando la rendición de las tropas alemanas del Portalet el 24 de ese mismo mes. Una vez finalizada la guerra, el fuerte acoge como prisionero al propio Mariscal Pétain. ¡Cuánta historia recogen sus muros!: monarcas, religiosos, mariscales... ¡uf!
El fuerte desde el camino
En el chêmin
        Bueno, a lo que íbamos. Dejamos la fortaleza para, poco a poco, ir adentrándonos en el mencionado "Chemin de la Mâture", cavado en la roca caliza que se desploma sobre lo más profundo de la garganta de Sescouè, cuyas aguas discurren un centenar de metros más abajo.
               El desnivel, que en este sentido de la marcha es ascendente, me lleva a pensar de cuántas vidas humanas y reatas de bueyes acabarían en el fondo del abismo, arrastrados por la caída de los troncos que cargaban hacia el valle. Ciertamente, no es lugar para jugar a la "gallina ciega".
Hay que seguir
Una mirada
"Une fleur dans le jardin"
        La orientación sur del camino, totalmente expuesto al sol (este sí es real), calienta la roca por la que transitamos. El sudor va apareciendo, ayudado por la temperatura y el continuo ascenso del "chemin". En compensación, entre la poca vegetación de este tramo, algunas flores alegran la vista.
        No importa, como pequeñas hormigas vamos recorriendo esta cicatriz tallada en la roca, disfrutamos del paisaje dando rienda suelta a la adrenalina, echando la vista, unas veces al bosque de la otra orilla, y otras al abismo por el que, allá abajo, las aguas del Sescouè siguen esculpiendo el futuro de este espectacular desfiladero.
Puente de las Trungas
        Poco a poco la roca va dando paso a la vegetación, primero en pequeños prados cubiertos de flores, como a nuestro paso por las cabañas de Perry y, posteriormente, aparecen las hayas que, junto a los avellanos, protagonizarán el camino que nos queda.
        A la sombra de este bosque encantado nos desviamos unos metros para acercarnos a un espectacular rincón, el Puente de las Trungas. Y no es que el puente sea una maravilla, pero las aguas que discurren bajo él, son todo un espectáculo de bravura, que para sí quisieran algunos de esos parques acuáticos de las costas levanto-especulativas.
En buena compañía
Las aguas del Sescouè, bajan...
... ¡bravas!
Seguimos
        Retrocedemos unos metros para retomar el sendero y atacar una fuerte subida que nos acerca al cruce de senderos que viene de Ayous, aquí abandonamos la transpirenaica, GR.10, por la que hemos caminado hasta el momento, para girar en dirección oeste.
        La senda nos demuestra que la horizontalidad también existe, sobre todo cuando disfrutamos al recorrer este apacible hayedo, con algunos imponentes ejemplares de avanzada edad (me refiero a las hayas), Uno de estos ejemplares, con un amplio hueco en su tronco, parece haber estado poblado por algunos de esos seres mágicos que habitan los bosques: ¿serán duendes, serán gnomos, o serán elfos? No es mal de altura, es esa especie de magnetismo mágico que nos regala la montaña.
Allá abajo duermen esos seres...
¿Dónde está la bota?
        El sonido de unos cencerros nos indica que tenemos ganado cerca, que el puerto no anda lejos, que el bosque va dando paso al prado, que hemos alcanzado el Col d´Arras y que este es el mejor de los lugares, junto a un abrevadero, para que las cornetas dejen de tocar a fajina y sacar los variados bocadillos de las mochilas para regarlos con el vino de la bota "del Luño" que, de mano en mano, ha debido recorrer algún ciento de metros.
        Satisfechos a más no poder (hemos comido y ya no quedan cuestas que subir), nos retratamos en grupo y reanudamos la marcha
        Hacia el oeste se nos va abriendo el paisaje descubriéndonos el espectacular macizo del Aspe, con el pico del mismo nombre acompañado de los Llana de la Garganta y Llana del Bozo. Desde este otero, también se divisa la casi totalidad del valle D´Aspe en cuyo fondo se nos muestra la población de Urdos.
En el abrevadero
Macizo del Aspe
Vieja haya y...
        De nuevo nos introducimos en un espeso hayedo en el que la senda comienza a descender con algo más de ánimo que en el prado: se trata del Bosque de Bieus que, como en toda la jornada, el haya reina en estas verdes espesuras.
        Pasamos junto al chiringuito "Béloute Café" como rayos, afortunadamente está cerrado y aún nos queda un descenso de quinientos metros carentes de compasión con nosotros.
        A pesar de estar caminando por un denso bosque, se nota que hace un calor impropio de estas fechas; afortunadamente, el cruce del barranco (ruisseau le llaman por aquí) Bouscagne nos regala un poco de frescor.
Cruzando el Bouscagne
De nuevo en el asfalto
        Cruzamos una pista, ya se van oyendo los vehículos que circulan por el fondo. El otro sonido, este más agradable, de las aguas de la Gave D´Aspe nos indica que estamos llegando al final de la ruta. Así es, el camino alcanza un parking desde el que tomamos la pista asfaltada de la mañana que nos deja en el mismísimo autobús de Pablo.
        No voy a describir los siguientes momentos del acostumbrado "lavado del gato", ni voy a publicar fotografía de esa especie de desenfreno en el que algunos cuerpos harían un favor a la humanidad al no ser expuestos.
        Volviendo de las Galias a las Hispanias, echo un vistazo a los restos de esos viejos raíles del tren que, adentrándose en el túnel internacional, llegaba hasta Canfranc, vías deseosas de que alguna generación venidera vea pasar por ellas los ansiados trenes que unan más a las gentes de uno y otro lado del Pirineo.
La hidratación "c'est important"
        Pero, amigos, no volvemos a la Caesaraugusta de un tirón, antes hemos de parar en Castiello de Jaca, allí en "Casa Pío", hemos de dejar los barriles de cerveza más secos que la cabeza de Petain y cia.
        De vuelta a la capital, entre sueño y sueño, uno tiene la costumbre de reflexionar sobre la jornada y el resultado no puede ser mejor: una vertiginosa pared, unos saltos de agua espectaculares, un bosque encantado, hermosas flores asaltadas por no menos hermosas mariposas y... "bons amis".
        Hasta pronto
        
          

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Datos técnicos:
Recorrido
Perfil:
Distancia, 9,7 km
Desnivel positivo 715 m
Desnivel negativo 715 m.

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