martes, 26 de agosto de 2014

BULGARIA - TREKKING POR LAS MONTAÑAS DE RILA Y PIRIN (Capítulo VI - Día 9 de Agosto)

Día 9 de Agosto de 2014


El Pino Baikushev..
Vuelta a la normalidad, solo que hoy abandonamos Bansko para dirigirnos a tierras del sur.
Por el momento, repetimos la jugada de hace dos días. Dimitri nos traslada, de nuevo, al refugio de Virhen, aunque en el camino nos detenemos a ver un pino. Se trata del "Pino de los Balcanes"(Pinus heldreichii). Al arbolito le llaman "Baikushev", tiene 24 m de alto, 2,2 m en diámetro y se calcula que anda por los 1.300 años de antigüedad. Independientemente de sus medidas, solo de ver sus enormes ramas, te hace pequeño. Nos comenta Neli, que este es un ejemplar único.
Primeros pasos.
Se nota que es sábado, el parking del refugio está a tope, Dimitri se impone ante un conductor que, aprovechando la maniobra del bus, intenta colarse en el hueco, ¡"listillo",-Dimitri es mucho Dimitri!.
En el lugar, se vuelve a quedar Lola a la que despedimos. Partimos de la fuente. Hacia el Virhen sube o lo intenta, una procesión de gente. Nosotros nos dirigimos hacia el sur, por la orilla izquierda del río Banderitsa, sus aguas, transparentes, nos refrescan la vista. Un par de mozas muy monas que siguen nuestros pasos, nos adelantan. Calzan blancas zapatillas con detalles magenta, visten blancas camisetas, se dirigen..., no tienen ni idea de por donde se sube al Virhen. Preguntan a Neli y "media vuelta, que no es por aquí". -Que no se vaya equipado, mal; que no se lleve mochila con el material, mal; pero que además, en la montaña, no se sepa por donde se anda, ¡peor!-. Por cierto, no han sido las únicas en confundir el camino por seguir el paso de "os estalentaos".
Entre cardos.
La etapa de hoy es travesera, o sea, que comenzamos en un punto y terminaremos en otro. En principio, la senda es tan agradable como el día que tenemos; el cielo está azul; el suelo verde, salpicado por las flores que la naturaleza nos regala. Los miembros del grupo, andan tan frescos como el primer día y pensando que van quedando pocos días y que hay que aprovechar el tiempo.
Esta parte de la montaña, pese a ser fin de semana, se ve más tranquila que lo que hemos dejado atrás, un grupo nos va adelantando, en él se ve que algunos andan justos de compresión y se detienen varias veces a" cargar pulmón".
Río Banderitsa.



















Lago Muratovo.








Pronto dejamos el verde prado, para adentrarnos en terreno menos blando, vamos ganado altura y alguna que otra cuesta, nos arranca las primeras gotas de sudor.
Cuando llevamos cerca de 300 m. de desnivel, un bonito lago, el Muratovo nos enseña el espejo de sus aguas. En honor a Fernando, lo bautizamos "Morata" y no es que el nombre sea muy parecido, pero ¡así somos nosotros!.
El sitio, nos invita a quedarnos un rato, echar un trago de agua y disparar las cámaras.
Ya repuestos, miramos hacia adelante y el paisaje cambia, el agua transparente, se torna en...

...pura y dura piedra que intentamos salvar por entre ellas cuando se puede o saltando de una a otra cuando no.
Y no se que tienen estos bloques, que conservan el calor recibido del sol para regalarlo a los que pisamos sobre ellos.
Volvemos a mirar "p´arriba" y ya se adivina el collado que en el día de hoy, ejercerá de cumbre.
A la derecha, sobre nosotros, el Pico Muratovo ("Pico del Morata") de 2669 m., vigila nuestras andanzas.
Llegamos al collado, que a sus 2501 m., nos abre un paisaje completamente diferente al que hasta ahora habíamos disfrutado.
En el collado.
Bajando hacia..."el sur"
Es lo que tiene la montaña, que cuando crees que ya has visto todo, se abren las cortinas y un nuevo decorado adorna el escenario de la naturaleza.
El paisaje alpino que hasta la fecha hemos  transitado, se torna en el, más familiar, paisaje mediterráneo. Estamos pasando la barrera que nos lleva hacia el sur de Bulgaria (o norte de Grecia, como se quiera) y además del paisaje, encontramos las primeras unidades de ganado vacuno que hasta la fecha no hemos podido divisar.
Descendemos por una suave pradera que nos recuerda en algún momento a Agua Tuertas (Pirineo aragonés).
Ganado vacuno (¿raza parda?).
Las vacas (y algún toro) nos miran con extrañeza, no se si es por nuestro aspecto o por nuestro idioma.
Las nubes, en lo alto, viajan a velocidades no deseadas, una rana búlgara, pequeña ella, se deja fotografiar sin pedir nada a cambio. Tras la sesión, desaparece por el foro de tan impresionante teatro.
Neli señala una gran roca que se encuentra en medio de la pradera. Allí nos dirigimos, ha decidido que pararemos a comer en la piedra. Y así es, de su mochila saca el largo mantel de siempre y el resto, vaciamos los últimos alimentos de las mochilas. Y como todavía queda vino, "la bota va que arde".
Último modelo de traje de montaña.
Las nubes que antes nombraba, se están poniendo furas. El cielo se ve algo oscuro y como no es cosa de mojarse, engullimos los alimentos con algo más de soltura y nos colocamos ropa impermeable. El modelo de polainas de Fernando, triunfan en lo más alto de esta pasarela.
No hay como ser previsor ante la amenaza de lluvia. No hay como ponerse protección, sacar paraguas, etc., pàra que no caiga ni una gota. Si no lo hubiéramos hecho..."el diluvio" hubiera caido sobre nosotros.
Tan solo ha refrescado un poco y no tardamos en despojarnos de prendas sobrantes.
Llevamos andados varios kilómetros desde el collado y no hemos descendido ni un metro, ¿será que no hay bajada?
Entre helechos.
Pues sí que la hay, un bosque de pinos y espectaculares abetos. albergan otro de helechos por el que, en algún momento, se esconde la senda que desciende algunos metros y que sobre ella, una alfombra de hojas, acolchan el terreno que pisamos (y resbalamos).
También vemos, por primera vez, un arbol que nos es muy familiar, el haya. 
El cruce de un puente sobre un caudaloso río, sirve de escenario para tirar unas fotos a los que por él cruzan.

Sobre el puente.
La senda desemboca en una confusa y llana pista. Como toda pista que se precie, se hace interminable. De vez en cuando, alguna obra civil rompe la monotonía del camino.
Una barrera, custodiada por un guarda, nos indica que estamos abandonando el Parque nacional de Pirin. La pista comienza a estar asfaltada y aunque, la naturaleza no cambia, entre sus abetos comienzan a verse edificaciones de todo tipo, sin ninguna disciplina ni respeto con el medio en el que se encuentran.
Y más abajo, Lola, sentada en una piedra, espera nuestra llegada.

El abeto.
Cansados, sudados y empolvados, nos cambiamos de calzado y de "ropas no deseadas", subimos al bus y poco más abajo, nos detenemos en un lugar muy acogedor, para debajo de un gran pino y sobre un gran mesa, tomarnos unas cervezas que un buen señor nos sirve. Para postre, Neli nos guarda un par de buenas "dinias" (sandías) que previamente cortadas y peladas, las tomamos con las ganas de los que han pasado el día, digo los días, sin probar mucha fruta.
De nuevo en el bus de Dimitri, nos desplazamos hasta Melnik en un viaje que durará un par de horas.
Consecuentemente, tras una larga jornada, semejante viaje, junto con la sandia y cerveza, deja al conjunto de estalentaos, más dormidos que "un diputado en el pleno".
Melnik.
Vivienda en Melnik.
Al abrir los ojos, grandes viñas indican que llegamos pronto a Melnik. Así es, pronto Dimitri intenta llegar a la puerta del alojamiento por unas arenosas calles cuyo suelo delata el terreno de la zona. Una ducha y a la calle. Nos cuenta Neli, que Melnik es una de las ciudades-museo de Bulgaria. Se situa al suroeste de la Montaña de Pirin y muy cerca de Grecia. El clima de Melnik es más caluroso y seco que en las zonas que hemos recorrido hasta la fecha.
La ciudad es una mezcla de naturaleza (con grandes plataneros de paseo), junto a un río seco en el que a un lado y otro se encuentran las casas y sobre estas, unos cerros de piedra arenisca, amenazando con caer sobre la población. Las casas blancas, una encima de otra, con quicios de las ventanas en color pardo y patios tranquilos, abundantes de vegetación.
Vaya arbolito
 Melnik no es sólo historia y arquitectura, es vino también. Bodegas originales están excavadas en acumulaciones de arenas, que rodean toda la ciudad , y donde se cultivan, producen y maduran los famosos vinos de Melnik. Tengo que confesar que el vino me ha gustado más que la ciudad en sí. El turismo, que seguro propicia beneficios económicos en la zona, también ha cargado las calles y casas de muchos establecimientos que en muchos casos, no guardan el mismo estilo que las casas en los que están ubicados. En los alrededores, existen varias casas que conservan un buen pedazo de la historia de Melnik, pero eso es otra historia...para la próxima entrega.
Cenamos en un ajardinado patio del hotel y esta vez, cambiamos músicos por "partido de fútbol en un gran televisor", ¡es lo que decia del turismo!.
Y nada más, nos vamos a dormir que el día ha sido largo.
Buenas noches.





Capítulos anteriores:
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V

Datos técnicos;
Mapa del recorrido.

Perfil.- Distancia; 16,3 Km. - Desnivel acumulado de ascenso: 570 m. - De descenso: 1264 m.

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