miércoles, 14 de noviembre de 2018

BARRANCOS DE MORANA Y HORCAJUELO (En otoño)

Día 11 de noviembre de 2018
El "gnomo de Jaulín"
        Gustavo Adolfo Bécquer contaba en sus leyendas: "En las profundas simas, en sus cumbres solitarias y ásperas, y en su hueco seno, viven unos espíritus diabólicos que durante la noche bajan por sus vertientes como un enjambre, y pueblan el vacío y hormiguean en la llanura"Afirmaba el poeta, convencido, que entre los espíritus más peligrosos están los gnomos: "Los que se insinúan con dulces palabras en el corazón de las jóvenes y las deslumbran con promesas magníficas".
              Varias son las leyendas que acompañan a la montaña que encumbra el Sistema Ibérico, el "Moncayo", y de ellas parece nacer el origen de su nombre. "Monte Cano" por la boina que cubre su cabeza el mayor tiempo del año, o "Monte Caco" por aquella otra leyenda en el que el ladrón Caco entabló amistad con los gigantes Hércules y Pierres. Pero en fin, algo de esto ya conté en esta otra entrada, ahora no es cuestión de dar la tabarra.
Barranco de Morana.
       En días de lluvia, este domingo parece que nos va a respetar. Nos vamos a patear una ruta circular que ya conocía, acompañé al amigo Chema Tapia para que la introdujera en su libro "Cien Cimas, Cien Paisajes de Aragón" en la primavera del 2017 (aquí está la crónica de aquel día).
            Pero hoy no es primavera y los barrancos de Morana y Horcajuelo están teñidos de otro color: esta mañana, flanqueados por bellos colores, bajan con "hermosa mala leche".
     Hemos madrugado para comenzar a buena hora. Aunque, en las últimas horas, ha estado lloviendo parece que no nos vamos a mojar (al menos " de garras p´arriba").
Comenzamos aquí.
Primeros pasos.
             En el viaje hemos parado a tomar un café cerca de Bulbuente; posteriormente, a nuestro paso, las calles de Alcalá de Moncayo están desiertas. Una pista nos va adentrando hacia el nacimiento del río Huecha, por las entrañas de estos barrancos. El malogrado centro de recuperación de la cabra moncaína, nos anuncia que estamos llegando al aparcamiento que se encuentra junto a la central de Morana.
          Con ánimo "juvenil" comenzamos a caminar, los primeros metros los hacemos por una pista adaptada que alcanza un mirador con vistas hacia... ¡qué sé yo!. Lo que sí puedo asegurar es que somos los únicos humanos que andamos por este bello rincón de las faldas del Moncayo.
El de La Morana.
         Aquí, el Huecha no ha recibido el bautismo, son estas, las aguas del barranco de Morana, las que amamantan el río que, más abajo, se dejará acunar en las orillas del Ebro.
         El panorama en el que nos introducimos es verdaderamente espectacular. Los colores se mezclan entre ellos en una clara competición por destacar en este cuadro multicolor: entre algunos pinos, el fresno aporta el amarillo, el arce aporta los tintes rojos, la carrasca sus oro y bellotas, la encina va alfombrando el camino con sus hojas anaranjadas y el acebo nos muestra sus verdes y brillantes hojas que la lluvia ha lavado en la noche, además la planta femenina de este bello ejemplar aporta sus frutos rojos para completar este hermoso cuadro. Y setas, muchas setas que  nuestra ignorancia nos impide nominar y, mucho menos, probar.
Arce
Acebo femenino.
Es lo que toca.
            Seguimos ascendiendo por una cómoda senda que en una bifurcación gira a la derecha; por la izquierda, el barranco de Horcajuelo se encuentra con el de Morana. Será nuestro camino de vuelta.
          Pronto alcanzamos el primero de los obstáculos que nos vamos a encontrar, este año está lloviendo de lo lindo, el fuerte caudal del barranco nos impide continuar. 
No hay problema que un pequeño rodeo no pueda solucionar, hemos continuado unos metros aguas arriba y aguas abajo del Horcajuelo y de nuevo estamos en nuestro camino.
Refugio.
              El barranco se va cerrando entre grandes rocas de formas caprichosas, un refugio con pétrea mesa nos anuncia que estamos alcanzando la presa que abastece a la central eléctrica de Morana, cosa que hacemos no sin dificultad pues la humedad que reina en este lugar, complica avanzar con seguridad algunos tramos.
               Seguimos avanzando junto a un cauce de agua encajonado, que nos recuerda a las levadas de Madeira.
          A partir de aquí, la vegetación se va cerrando. Pese a que han limpiado buena parte del sendero, en algunos momentos se hace complicado el caminar entre las zarzas cuyos pinchos se encaprichan con nuestra ropa y nuestra piel. El bello entorno salvaje de este barranco nada tiene que envidiar a otros de macizos montañosos más reconocidos. 
Avanzando.
Así es el Moncayo.
Nos entendemos.
             El sonido de las aguas nos acompaña durante todo el ascenso, el cauce se encapricha y nos va embelesando en cada uno de sus metros. ¡Ah, pero todo tiene su precio!, una y otra vez hemos de vadear el barranco sobre piedras mojadas unas veces, y sumergidas en otras. Como podemos, uno a uno, vamos salvando estos obstáculos que, acompañados por otros muchos, nos van ralentizando el avance. Es el precio que hemos de pagar por recorrer estos impresionantes y bellos senderos. Lo que está claro es que en este entorno, Toño, Maite, Piedad, yo, el agua y la vegetación estamos condenados a entendernos (alguien más que el resto, pues se ha empeñado en comprobar la temperatura del agua).
Se pueden comer (al menos la primera vez).
En la jungla moncaína.
Las gradas de... Morana.
Las últimas cuestas.
          A nuestra derecha, izquierda del cauce, vemos el barranco de Valdealonso nacido de las faldas del Pico Lobera. A partir de aquí, el de Morana se va ensanchando y mostrándonos algunos saltos que nos recuerdan a las Gradas de Soaso (estamos en el Moncayo), la luz entra algo más y la vegetación va cambiando, ahora son erizón, retama, sabina rastrera, enebro y, cómo no, el acebo. La senda, salvo algún canchal que hemos de subir y bajar, se ha olvidado de ponernos obstáculos y aquí se muestra más amable para con estas castigadas garras.
         Alcanzamos la pradera de la Hoya del Horcajuelo y nos desviamos ligeramente hacia la izquierda para afrontar los últimos trescientos metros hacia el collado del Alto de los Almudejos. 
Cerro Morrón.
            Justamente aquí nace el barranco por el que descenderemos, el de Horcajuelo. Pero antes, con permiso de las nubes, hemos de admirar el paisaje: frente a nosotros tenemos el macizo que conforman el Cerro y Muela del Morrón, a lo lejos asoma el lugar en que estuvimos la semana pasada: la Sierra de la Virgen, un poco más a la izquierda la de Vicor...
            Ahora toca descender por un suave sendero que, tras pasar junto a los Corrales de Horcajuelo de Arriba, enlaza con el cauce seco de un barranco que, chino chano, nos acerca hasta los Corrales de Horcajuelo de Abajo, cuya paridera nos protege de un incómodo viento pues es buen lugar, y mejor hora, para proceder a alimentar nuestras células y regarlas con el tintorro de la bota del de Jaulín.
El de la bota de vino.
La Torre de Morana.
           Nos lo tomamos con cierta tranquilidad pues lo más duro ya ha pasado. Pero no hay que fiarse, estamos en fechas de pocas horas de luz, así que toca recoger las mochilas y seguir la marcha que ahora discurre por el bello prado que nos coloca en el sendero PR-Z.3 para adentrarnos en el barranco de Horcajuelo. A diferencia del Morana, este es más abierto, la vegetación es menos densa pero por eso, no menos colorida. Aquí cobran más protagonismo las formas caprichosas de las grandes rocas que se asoman al sendero y que luchan por mantener la verticalidad. Destaca sobre todas la llamada "Torre de Morana" que, cuentan, flanqueaba el camino que seguían los segadores cuando, desde esta zona, marchaban hacia los campos de Castilla. Un poco más abajo, otra roca que el tiempo ha esculpido la llaman "la Esfinge".
Los cuatro ante la Torre de Morana.
La Esfinge.

De nuevo, aparece.
               Pronto comenzamos a ver como el barranco empieza a filtrar agua y, de nuevo, toca vadear el cauce, cosa que hacemos con la extraordinaria experiencia adquirida a lo largo de la jornada.                 Cuando nos encontramos cerca del abrazo del barranco del Horcajuelo con el de Morana, la vegetación vuelve a ser abundante. 
             Hemos cerrado el círculo de tan bello y salvaje recorrido, solo queda volver sobre los pasos de esta mañana para alcanzar el aparcamiento.

Bajo un pequeño nogal.
Una de aquellas fotos.
            A medio asear, iniciamos el regreso a casa; ahora lo hacemos atravesando las estrechas callejuelas de Añón y parando a tomar una caña en La Corza Blanca. Las paredes del garito hostelero están repletas de fotografías de montañismo, entre las que descubrimos un par de cuando algunos de nosotros, los "Estalentaos" anduvimos por el Campo Base del Everest.
            Buena jornada la de hoy, alguna dificultad compensada con el solitario entorno. No es de extrañar que no hayamos visto ni un alma, el barranco de Morana se las trae, máxime en esta ocasión en el que presenta un gran caudal. Y si ha sido buena la jornada de hoy no lo es menos entrañable pues, como dije en las recientes entradas de esta Vieja Mochila, los recuerdos afloran en cada uno de los senderos que en esta o alguna otra ocasión recorrimos con los amigos que nos dejaron (dejo aquí enlace).
Hasta pronto
Datos técnicos:
Recorrido

Perfil:
Distancia, 14 Km.
Ascenso total, 760 m.
Descenso total, 760 m.

3 comentarios:

  1. Hola José Luis.

    Para mi el barranco de la Morana es la joya oculta del Parque Natural del Moncayo, un espacio salvaje que muy pocos se atreven a adentrarse en la jungla que lo puebla, y eso que ahora es "bastante transitable" porque cuando fui por primera vez hace ya unos cuanto años, allí no había sendero ni nada que se le pareciera, teniendo que ir abriéndonos pasos a machetazo limpio, con un conocido que lo había recorrido cuando era un crío.

    Un saludo.

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    1. Hola Eduardo.
      Completamente de acuerdo, es un barranco verdaderamente espectacular. La fuerte humedad reinante consigue que la vegetación campe a sus anchas y, aunque se limpie de vez en cuando, difícil será que pierda ese punto salvaje que lo caracteriza.
      Un saludo

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  2. Totalmente recomendable en otoño. Con prudencia y compañía, un recorrido salvaje como ya no quedan. Creo que tanto Eduardo como yo y otros que parecíamos yendo por Mordor con el"saqueador" Jesús nos topamos en horcajuelo con vosotros(posiblemente) en octubre hace dos o tres años... yoquesé... Cuando encuentras algo que llevas tiempo detrás, lo bueno es compartirlo con gente que lo aprecia.

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