viernes, 23 de julio de 2021

UNA PARADA EN CARCASSONNE

 Días 10 y 11 de julio de 2021
Tienda con sabor a Tour
        Nos despedimos de las gentes de Les Econtres, en Chamonix pasamos por un establecimiento a adquirir algunos de los quesos típicos de la Alta Saboya (reblochon, tome, abonance, etc.) y nos metemos en carretera.
    Antes de abandonar el valle echamos un último vistazo hacia el Mont Blanc, la Aiguille du Midi y a la zona de Brévent, desde donde andan despegando decenas de parapentes.
        Tras casi 600 caóticos kilómetros de viaje, por unas autopistas de una Francia que, como nosotros, ha elegido estas fechas para viajar, entre viñas y campos de olorosa lavanda (no así el coche, el queso se va haciendo notar), llegamos a Carcassonne (Carcasona en español) que acaba de despedir esa especie de fiesta nacional que es el Tour de Francia.
Carcassonne (La Cite)
Cruzando el Pont Vieux
        Estamos en el Languedoc (lengua de Oc), aquí se deja notar la huella del catarismo, aquel movimiento religioso que cobró fuerza en Europa Occidental entre mediados del siglo X y el siglo XII. Considerados herejes por la iglesia católica, los cátaros fueron perseguidos y hallaron protección en algunos señores feudales, entre los que figuraban varios del occitano departamento de Aude. Eran tiempos en los que la iglesia católica y la política estrechaban fuertes lazos (esto me suena). Abadías y castillos se convirtieron en verdugos o refugio de los cátaros.            
         Nos alojamos en las inmediaciones del Pont Vieux (Puente Viejo) que, sobre el río Aude, une la Cite o Ciudadela con la Bastide de Saint Louis.
Paraguas con los colores de los maillots
Me pregunta Maite: ––¿estas cansado del viaje?––  contesto: ––no, hemos venido en coche. si hubiera sido andando...––      
        Dejamos la maleta en el hotel y cruzamos el puente en dirección a la Bastide, para perdernos entre sus calles de origen medieval. La ciudad presenta un aspecto festivo, pues acaba de salir una de las etapas del Tour: calles, comercios, balcones, etc., engalanados con los colores de los maillots de la prueba ciclista más importante del mundo.
        Fue en 1247 cuando se creó esta nueva ciudad en la margen izquierda del Aude para reemplazar la existente en las estribaciones de la ciudad. Está dibujada según un plan ortogonal con cuadrados regulares y conectado a la ciudad, como decía, por el famoso Pont Vieux a principios del siglo XIV.
Iglesia de San Vicente
        Caminando, pasamos ante dos de sus iglesias, la de San Miguel y la de San Vicente. Esta última, construida a partir de 1269, tiene una torre de 54 metros que alberga el campanario que sirvió de atalaya en tiempos de guerra, especialmente en el siglo XVI.
        En el centro de la Bastide, la plaza Carnot, rodeada de bellos edificios de estilo modernista, acoge un buen número de terrazas desde la que se siguen algunas actuaciones musicales.
        Como es costumbre en nosotros, callejeamos por aquí y por allá, por plazas y rincones, hasta el norte de la ciudad, delimitada por el canal de Midi, esa obra que une el río Garona con el Mediterráneo, construida entre 1666 y 1680 para el transporte de mercancías. Sus 103 esclusas, como esta que estamos viendo, hoy son utilizadas por barcos de recreo.
Esclusa en el canal de Midi

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A asaltar el castillo
        Es domingo, hoy subimos a "La Cite", la fortaleza medieval más grande de Europa. Tiene singularidades, como ser la muralla galo-romana más antigua que se conserva, haber sido un asentamiento desde tiempos remotos por su elevado promontorio junto al río Aude, y haber vivido transformaciones siglo a siglo, desde funciones de fortaleza a palaciegas. De hecho, durante tiempo fue punto fronterizo clave entre los reinos de Aragón y Francia.
         Las llamativas puntiagudas torres de pizarra (que nos traslada a cuentos de Disney), están ahí por decisión del restaurador Viollet-le-Due (S.XIX). De todos modos, hay algunas torres más pequeñas que sí tienen cubiertas de teja curva. 
Puerta Narbonesa
        En efecto, Carcassonne cambió de fisonomía con el paso de los siglos conforme a las necesidades históricas, hasta convertirse en una fortaleza considerada inexpugnable.
        Accedemos por la Puerta Narbonesa, acceso que se abre en una doble muralla de tres kilómetros, una auténtica fortaleza con 52 torres, alguna de ellas de tejado cónico.
        Una vez dentro, resulta difícil imaginar lo que serían aquellas calles en la edad media. Ahora la fortaleza tan solo defiende tiendas de souvenirs y restaurantes.
        No importa, es temprano y la afluencia de turistas llegará más tarde, así que nos perdemos por las callejuelas, adentrándonos en los rincones más alejados del gentío. Nos topamos con el Grand Puits (Gran Pozo), donde se dice que los visigodos escondieron el Tesoro del Templo de Salomón. En el lado opuesto de la ciudadela vemos otro pozo, el Petit Puits.
Grand Puits
Petit Puits
Una de las estancias del castillo
        Decidimos entrar al castillo, construido por los Trencavel, vizcondes de Carcassonne en el siglo XII, una vista que hacemos ayudados de unas audioguías, recorriendo muchas de las estancias. 
        Accedemos a través de la barbacana y el puente de piedra que desemboca en el Patio de honor, presidido por la gran Torre del homenaje. 
    Desde aquí iniciamos la visita, recorriendo media docena de salas, donde destacan el retablo de la Pasión, la sala de los arcos, algunas estatuas del S.XIII, una fuente del S.XII, un sarcófago paleocristiano, pinturas de diferentes épocas, etc.

Sala de los sarcófagos
Retablo de la Pasión
Parte de la muralla
        La segunda parte de la visita consiste en un agradable paseo por la muralla de la Cite. Desde sus diferentes torres observamos los patios del castillo, sus torres, el interior de la ciudadela, los paisajes que se extienden hacia el oeste y la Basílica de Saint-Nazaire, construida entre los siglos XII y XIII. 
        Esta muralla interna fue reforzada por un recinto exterior, una segunda muralla, construida durante el siglo XIII, durante el reinado de Felipe III. Cabe destacar el espacio, llano, existente entre ambas murallas, las lizas, que comportaban un importante papel defensivo en la época de su construcción antes del uso de artillería. Por una parte, la Cité se podía defender de sus atacantes desde dos líneas altas de tiro, las dos murallas; si era traspasado el recinto exterior, los atacantes quedaban en el espacio llano, retrasando su ataque y en situación especialmente vulnerable desprovistos de refugio, al que accedía la caballería y jinetes fácilmente. 
Desde la muralla
En la defensa
Maite en la muralla
Saint-Nazaire
        Durante esta época también se llevó a cabo la reconstrucción de la zona meridional de la muralla interior, de la Torre del Obispo y de la Torre de Saint-Nazaire.
        Saint-Nazaire actuó como catedral de Carcasona hasta 1801, año en que la sede del obispo se trasladó a la Ciudad Baja. Las partes más antiguas de la iglesia son de estilo románico, aunque la mayor parte del conjunto es de estilo gótico (finales del S.XIII) y su flamante apariencia actual debe muchísimo a la gran restauración del S.XIX.
        Las vidrieras de la basílica, algunas de las cuales se remontan al 1280, son el elemento artístico más notable del templo. También destacan el órgano de 1637, el pórtico y los ocho capiteles románicos, el coro gótico, la tumba del obispo Pierre de Rochefort y la llamada “Piedra del asedio”, bajorrelieve que representa el sitio de Toulouse durante la cruzada albigense en el S.XIII.
Nave de la basílica
Una de las vidrieras
A extramuros (o extramurallas)
        Abandonamos el castillo. Afuera, en la ciudadela vamos en busca de otro monumento, uno de esos de mesa y mantel y cuya terraza se encuentre a la sombra, pues hace un calor insoportable.
        Lo encontramos y, como no, hay que probar el plato típico de Carcassonne, "la cassoulet", especie de guiso servido en cazuela de barro (para que no se enfríe), que incluye alubias, pato confitado, panceta y chorizo o salchichas. ¡Vamos, un "plato ligero" donde los haya!. Todo ello, acompañado con una dosis de "bière", nos manda a practicar el deporte favorito de nuestro país (exportado internacionalmente): la siesta.
        Con la digestión hecha, vamos a dar una vuelta por La Bastide y, ¡qué tranquilidad!, los comercios y restaurantes están cerrados, pasear por sus simétricas calles es relajante.
        Volvemos al hotel, mañana regresamos a casa, no sin antes pasar un día en Sarvisé (Huesca), allí disfrutan de sus merecidas vacaciones nuestros amigos Marta, Mariano, Sacha (la gacela) y su mascota Black. Será el cumpleaños de la primera y... ¡Felicidades, Marta!.

1 comentario:

  1. Hola.

    Que bonito es Carcassonne, estuvimos hace unos años, barajando la posibilidad de realizar la ruta de los Cátaros, pero se quedo en eso, un proyecto.

    Un saludo

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