viernes, 23 de julio de 2021

PIERRE BLANCHE Y CHALETS DE CHAILLOUX (en bucle)

 Día 5 de julio de 2021
Radiante mañana.
Comenzamos la de hoy
        Como todos los días, amanece con una luz radiante y, cuando digo amanece, me refiero a las cinco de la mañana.
        Hace más de un año que decidimos pasar unos días en este valle, la pandemia lo retrasó. Había preparado varias e imponentes rutas, pero ahora la meteo de "ces montagnes" nos aconsejan tirar de prudencia. 
        Afortunadamente, el centro vacacional organiza salidas a la montaña, cosa que aprovechamos y nos apuntamos por aquello de que es mejor ir acompañados. Es una buena razón para descubrir algunos lugares que en anteriores visitas por este impresionante valle, cegados por las rutas más conocidas, no habíamos recorrido.
Cabaña alpina
        Así que, guiados por Ronan, salimos un grupo compuesto por seis animosos montañeros de entre 12 y 80 años (¡toma ya!), hacia el sur de Chamonix.
        Una serpenteante y estrecha carretera nos deja en el parking de La Bettey (1310 m.). Como el sol promete no enseñar su cara, no perdemos tiempo en darnos cremas protectoras, así que pronto comenzamos a caminar, en dirección norte, por una pista forestal que se adentra en un bosque en el que reina el abeto.
        Algunas cabañas alpinas (chalets) adornan el camino que pronto se torna en una senda que pica para arriba. Aquí el bosque va dando paso a amplios prados en los que el rododendro ejerce de bello tapiz.
Hacia Pierre Blanche
        Tras nosotros, allá abajo, vemos como el río Arve, en su carrera por regalar su caudal al Ródano ha creado un amplio valle en el que la ciudad de Sallances (del pre-celta salanca, río, torrente) se apiña en torno a dos torrentes. En el centro se adivina la autopista por la que accedimos a Chamonix.
        La senda sigue su curso ascendente. Mónique, octogenaria ella, parece no reblar, pues lleva una animada conversación con Maite, lo que le vale a esta última para perfeccionar su conocimiento del idioma francés.
        En el cielo, las nubes ejercen de techo alpino, pero de momento se portan con la típica amabilidad gala.
Monique y Maite entre rododendros
        Alcanzamos Pierre Blanche (1697 m.), aquí giramos en dirección SE, no sin antes contemplar todo lo que las nubes nos permiten, principalmente el impresionante glaciar de Bossons, del que dicen es el más grande de Europa, pues se cuelga desde el Mont Blanc (4810 m.) hasta el valle de Chamonix, abriéndose paso entre Rouches Rouges (4364 m.) y el Dôme de Goûter (4304 m). Tristemente, como los demás glaciares del mundo, el de Bossons se encuentra en franco retroceso.
        Seguimos ascendiendo por un florido prado multicolor: flor de lis, siempreviva, botón de oro, rododendro, orquídea, cincoenrama dorada y algunas otras variedades que mi ignorancia floral me lleva a omitir.
Sobre el Valle de Chamonix
Claciares colgados del cielo
Flor de lis
Siemprevivas
Hacia Chailloux
        Llegados a la cota 1983 m. el sendero deja de ascender, dibujándose por una agradable ladera que nos acerca a los Chalets de Chailloux (no confundir los chalets en los que residen las gentes guays, con los, como estos, de montaña construidos tradicionalmente en madera para cobijo de los pastores).
        Con el valle de Chamonix abajo y las cumbres del Mont Blanc arriba, sentados en unas piedras hacemos una parada para comer. Aquí, el amigo Ronan les instruye a los dos zagales de 10 y 12 años, que nos acompañan, de los útiles que deben llevarse a la montaña. Como de una chistera, va extrayendo de su mochila los diferentes utensilios, algunos de ellos de viejas tradiciones montañeras, como el de hacer chispas para encender fuego, brújula, impermeable, etc. Arriba, unas águilas nos sobrevuelan ––¿qué querrán?––.
Cardo
        No estamos mucho tiempo, pues la temperatura va descendiendo y nosotros ¡también!; así que "p´abajo", cosa que hacemos con relativa rapidez hasta cruzar el camino por el que hemos ascendido, pues el trazado de esta ruta se dibuja en forma de bucle.
        Nos detenemos en una zona de turberas en la que Ronan nos explica sobre los "esfagnos", esa especie de musgo que coloniza estos humedales, ejerciendo de auténticas esponjas. De hecho, el asfagno puede acumular agua, diez veces su peso. Nos llama, también, la atención una variedad de cardo, el "cirsium palustre".
        Dejamos las sendas, nuestro paso por la coqueta aldea de La Flatière nos anuncia que la excursión está tocando a su fin.
        Recogidos en el alojamiento, mientras pensamos en la de mañana, disfrutamos de ver como llueve en el valle.
        Buenas noches

Datos técnicos (el track, pulsando sobre la palabra wikiloc del mapa)

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