domingo, 9 de marzo de 2025

SIERRA D´OLTÁ (integral)

Día 8 de marzo de 2025 
        No es la primera vez que, aprovechando nuestra apacible estancia en la comarca alicantina de la Marea Alta, decidimos acercarnos a alguna de esas sierras que tanto generosamente nos ofrece esta bendita provincia. 
        Hoy, aunque la mañana se presenta con ese toque apacible que invita a quedarse quietecicos y disfrutar del sofá, la tentación de la montaña siempre puede más. Desde la terraza, la vista no es precisamente un canto a la aventura: lo único que se alcanza a ver de la sierra son sus humildes bajos, el resto está tapado por una niebla densa que podríamos ver en cualquier película de terror de bajo presupuesto. Pero como el tiempo no va a mejorar mágicamente en los próximos días,  así que, ¡ale Maite!, vámonos a la Sierra de Oltá! Total, si ya estamos aquí, ¿por qué no aprovechar el día?
Sierra d´Oltá (sin niebla)
        El buga nos deja en una zona de acampada, y nos señala con esa amable dirección "PCR-CV340", como si no tuviéramos ni la más mínima idea de lo que eso significa. Pero, ni cortos ni perezosos, allá vamos, a meterle mano al asunto.
Comienzo de la ruta
        Como vamos a hacer la ruta en el sentido del reloj, nada más empezar a caminar, tomamos el primer cruce a la izquierda. Y aquí nos recibe una señal informativa que, muy adecuadamente, nos indica el camino hacia la ermita Vella, como si fuera un destino sagrado… aunque, siendo sinceros, no sabemos si la ermita nos espera con sorpresa al vernos surgir de entre la niebla.
Allá vamos
        La ruta va ganando cota (que es un eufemismo para decir que vamos subiendo, porque si dijera "vamos subiendo", perdería todo el glamour). A medida que avanzamos, la pista se llena de pinos mediterráneos. Pronto aparece un mirador, con un banco que, como buen influencer, lleva inscrito "#ASÓMATEACALPE" en su espalda. Pero, claro, lo que no te dicen los influencers de este banco es que deberías asomarte solo cuando no haya niebla, porque hoy, justo cuando hemos elegido esta sierra-balcón tan fotogénica, la boira ha decidido ser la gran protagonista de la mañana. Y, aunque el panorama está más borroso que un café sin leche, seguro que tiene su encanto.
Asómate a...
        En pocos minutos llegamos a la Ermita Vella, dedicada a Sant Francesc, que fue restaurada en año 2002  y que cuenta con una amplia zona de picnic.
Ermita Vella
        Desde la ermita, en un abrir y cerrar de ojos (y en poco más de doscientos metros), abandonamos la pista para adentrarnos en una senda a la izquierda que, sin ningún miramiento, asciende como si el monte tuviera algo personal contra nosotros.
¡P´arriba!
        La lluvia de la noche y la niebla, en un acto de complicidad, han decidido unir fuerzas con las rocas y los cantos rodados para hacernos la vida más interesante, exigiéndonos sacar las manos de los bolsillos en algunos tramos. Diríase que es un terreno tan solo apto para cabras y, ¡leches, claro!, el balido de un cabrito nos anuncia que aquí, entre la niebla, está todo un ganado de cabras asilvestradas, observando la presencia de esta extraña pareja.
Como cabras
––¡ande vais!––
        Afortunadamente, la tortura no es infinita, y tras unos veinte minutos de lucha contra la gravedad, llegamos a un terreno donde la pendiente afloja un poco, como si la montaña dijera: "Vale, ya basta", toma un respiro antes del siguiente tramo.
        Al llegar a un desvío, una señal indica el camino hacia la Mola, un espectacular mirador con vistas a Calpe y su imponente Peñón. Sin embargo, la densa niebla nos impide disfrutar del paisaje, por lo que optamos por dirigirnos hacia la "Cim d'Oltá"
Camino de la cima
        A medida que avanzamos, notamos un cambio radical en el terreno: desaparecen los árboles y predominan especies de bajo porte como el palmito, la coscoja, el tomillo y el esparto. Además, el suelo revela un marcado proceso de erosión debido a la karstificación, que da lugar a las formaciones rocosas conocidas como 
lapiaz.
        Llegamos al Corralet de Oltá, un conjunto de ruinas resguardado bajo un pequeño bosque de pinos, que bordeamos por su lado derecho. El sendero nos guía a lo largo del cordal de Oltá hasta la cima, donde el proceso de karstificación se hace aún más evidente.
Alcanzamos la "Cim d´Oltá", situada a 587 m. de altitud, punto más alto del recorrido y objetivo de esta ruta. 
En la cima
        Desde este privilegiado mirador, se supone que podríamos deleitarnos con una vista impresionante de la Sierra de Bernia, que, por cierto, ya nos pateamos en otra ocasión (por si alguien duda de nuestra heroicidad,
puedes verla aquí). También debería asomarse tímidamente la Sierra del Ferrer, el imponente Montgó y la Serra Gelada, esa otra vieja conocida que también hemos conquistado un par de veces (pruebas gráficas aquí la una y aquí la otra, por si acaso).
Tras la niebla
        Pero claro, hablar de vistas hoy es casi un chiste. La niebla de Zaragoza, esa que tan bien conozco, parece un juego de niños comparada con esta espesura. Aquí el viento no sopla, ruge. Así que, con la dignidad pendiendo de un hilo, una "autofoto" (o como dicen los modernos, un
 selfie) y sin más dilación... p’abajo.
        De regreso, en las inmediaciones del Corralet, tomamos un sendero a la derecha que desciende de forma continua hasta el Pou (pozo) de la Mola. 
Un poco más abajo
        La ruta serpentea por el interior de un barranco frondoso, donde la vegetación mediterránea vuelve a adueñarse del paisaje. Predominan los pinos mediterráneos, acompañados por lentiscos, coscojas, romero, jaras y otras especies características de la zona, creando un entorno natural de gran belleza. Al igual que en la subida, el terreno se muestra resbaladizo, así como la espesura del barro que se aloja en las suelas de las botas, por lo que pedimos consejo a la señora "Precaucion".
        Al final del descenso por el barranco, tomamos a la derecha una pista forestal. A lo largo de este tramo, el paisaje nos revela vestigios del pasado: algunas construcciones en ruinas y una antigua cantera de adoquines —la pedrera—, de donde se extraían piedras utilizadas en la construcción de carreteras y vías urbanas. Estos restos, ahora devorados por el tiempo y la vegetación, añaden un aire nostálgico al camino.
    En este tramo de la ruta, la niebla nos priva de la cima de la Sierra de Oltá, pero a cambio nos regala una visión única de sus imponentes paredes verticales. Entre la bruma, destaca una curiosa formación rocosa separada del macizo principal: una afilada aguja de piedra conocida como el Dit (dedo) d’Oltá, que parece desafiar la gravedad y el paso del tiempo. Eso arriba, mirando abajo, veo nuestras botas, cargaditas de barro.
El dedo se deja ver, arriba, tras la niebla la cima de Oltá
        Finalmente, la ruta  gira hacia el este, llevándonos hasta el 
Pas de la Canal, uno de los puntos más interesantes del recorrido. Aquí, la pista forestal cede el paso a una estrecha y resbaladiza senda pedregosa que desciende en zigzag entre densos pinares.
Pas de la Canal
        Durante el descenso, entre los claros del bosque, volvemos a vislumbrar la silueta imponente del Peñón de Ifach, asomando en el horizonte (otro que también lo subimos en
otra ocasión). Más adelante, la roca da paso a un sendero de tierra que nos conduce hasta el cruce cercano al inicio de la ruta. En este último tramo, la vegetación se vuelve especialmente frondosa, con el pino mediterráneo como protagonista y un sotobosque dominado por especies oportunistas como el palmito, el lentisco y el romero, que se abren camino con exuberancia.
Entre la vegetación
        Alcanzado el punto de partida, solo nos queda desprendernos de las pesadas y embarradas botas, coger el buga y...,  rehidratarnos con un par de birras. 
Habrá que lavarlas
        Arriba, la sierra d´Oltá se la ve muy tapada por la manta que no la ha abandonado en todo el día. ¿Habrá que volver?


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