Día 16 de septiembre de 2021
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La partida de hoy: Alfredo, José Luis, Maite, Mª Ángeles y Mirian |
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Alborea en Galicia |
Hoy dormiremos en la capital lucense, eso sí, esta novena etapa, aunque humilde en lo relativo a desniveles, es larga de coj..., por lo que no queda otra que madrugar un poco más que en otros días. Además, en el camino, lúpulo y cebada brillan por su ausencia; es una lástima, pues hoy, el astro Sol va a calentar de lo suyo y un trago sería de agradecer.
Salimos de Cádavo cinco animosos caminantes, de nuevo acogemos a Mirian, sabedores de que mañana guardaremos fiesta.
Como de costumbre, los primeros metros los recorremos ascendiendo (¿será por aquello de calentar las tabas?) al alto de A Vaqueriza.
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Por Pradera |
Llegar a Pradera, con la gran cantidad de mojones que ha plantado la Xunta, resulta de lo más fácil. El paisaje gallego no es tan salvaje como el asturiano, pero la vista que se nos abre desde aquí, merece la pena capturarla: bajo la niebla que cubre el Campo de Matanza, asoman las casas de Cádavo.
Nos parece curiosa la forma que tienen las fachadas de algunas construcciones de los pueblos y aldeas por los que pasamos, por su forma circular.
Antes de coronar la cima de A Vaqueriza, dejamos atrás la ermita de los Remedios para pasar por Vilalle y entrar en Castroverde, villa que fue dominio de la Casa de Lemos hasta el siglo XVI, en que pasó a manos de la de Altamira.
Hoy no cargamos metralla gastronómica en las mochilas; lo sabíamos, hemos decidido detenernos en el horno de Agapito a adquirir un par de empanadas recién hechas, pues dicen que las hacen muy, pero que muy, buenas (ya veremos).
Maite se queda con las ganas de adquirir un pan de hogaza, ya que, ciertamente, aquí en Galicia, los panaderos son auténticos artesanos del pan.
Al rato de salir de Castroverde cruzamos el río Chamoso, afluente del Miño. Unos metros de carretera para abandonarla por una senda y, tras cruzar un par de arroyos, nos situamos en la iglesia de Santo Tomé, anuncio de la aldea de Souto de Torres. Nos detenemos en el templo que, como muchos de los que vamos encontrando, se encuentra en el centro del Campo Santo. Afuera, un cruceiro nos invita a seguir el camino.
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Santo Tomé |
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Bajo el criterio de Souto |
Seguimos por una pista asfaltada, atravesando varios lugares como Nadela con su cruceiro, Vilar de Cas, los restos se Soutomerille con edificaciones del siglo X y algunas otras aldeas como Gondar.
En el lugar de A Pallota, observamos los muros de piedra de granito que jalonan el camino, a la derecha se encuentra una balsa en lo que parece será una zona de recreo (creo).
Antes de entrar en Gondar, a la derecha del camino, vemos unas mesas, con sus asientos, que alguien ha construido a base de palets, con el fin de dar descanso al peregrino. Lástima que no haya pensado en un palet-parasol, pues hace un calor que achicharra. No importa, nos sentamos, sacamos las empanadas y... ¡qué güenas estaban!.
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Dando buena cuenta de las empanadas en el improvisado restaurante |
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Curioso asiento |
Aldea tras aldea, caminos, carreteras, pistas, vamos tragando millas sin conocimiento. Tanto es así que el cansancio, poco a poco se va apoderando de los cinco. Bajo la sombra de los imponentes ejemplares de un robledal, realizamos un breve descanso, sin más asiento que la alfombra de hojas y sin más respaldo que las mochilas. Mirian se queda de pie, es la fortaleza portorriqueña personalizada.
El camino se va ensanchando; vemos a un joven, con el que hemos coincidido varios días, andando apoyado en un palo, con la rodilla afectada; nos cuenta que el Primitivo, como a otros, le está castigando. Menos mal que nosotros seguimos intactos.
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Recuperados hasta el final |
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Una escena romántica |
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En las afueras de Lugo |
Por un par de puentes, cruzamos autopista y carretera; las urbanizaciones nos van anunciando que vamos acercándonos a Lugo.
Ya la ciudad está frente a nosotros; ya el Miño reposa sus aguas bajo el puente que cruzamos; ya, las caras van tornando penas en alegrías. Aquí queda el joven afectado, va a meter la rodilla en remojo. Pasamos bajo un puente del ferrocarril y ya estamos en la ciudad.
En la entrada, un gran letrero anuncia la distancia que nos queda por recorrer: ¡100 kilómetros!; nos falta, todavía eso para conseguir nuestro objetivo; aun así, no tanto como la plaza del Obradoiro, este lugar emociona a quienes ya nos hemos metido en el cuerpo 215 km. Mientras nos divertimos fotografiando el momento, vemos algunos peregrinos, algo afectados, pasar, con pocas ganas de detenerse.
En la Plaza Mayor nos despedimos, hasta pronto, de Mirian, pues tiene el alojamiento algo alejado; no así el nuestro que está inmediatamente después de salir de la muralla por la Porta do Obispo Aguirre.
En el familiar hotel nos espera Morfeo; mañana, como decía, será otro día, jornada que utilizaremos para ¿descansar?, y hacer alguna visita por el centro de la ciudad, accediendo por alguna de las puertas que rodean la muralla para acercarnos a ver las iglesias de San Pedro, Santo Domingo, San Froilán, la Catedral de Santa María, Auntamiento y... algún garito que necesite de nuestra presencia.
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Catedral de Lugo. Exterior |
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Catedral de Lugo. Nave y retablo |
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Catedral de Lugo. Claustro |
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Lugo. Ayuntamiento |
Esta ha sido una larga etapa, si acaso algo más monótona y con exceso de carretera, pero es lo que tiene el Camino; conforme nos acercamos a Santiago, vamos echando de menos la belleza del recorrido asturiano, tanto en esta ocasión como cuando hicimos el Camino del Norte.
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